El origen de este término proviene de la voz francesa franc archers. Suele emplearse con referencia a la persona aislada que, apostada, ataca con armas de fuego.
De este modo eran conocidos los ballesteros con muy buena puntería que permanecían escondidos en lugares estratégicos de las murallas que defendían las ciudades.
Los franc archers fueron muy populares en el país vecino desde la época tardomedieval hasta los tiempos modernos. Utilizaban como arma la ballesta, sobre todo para atacar de forma silenciosa eficaz al enemigo durante los asedios.
Estos francotiradores formaban parte de los cuerpos policiales que dependían del gobierno local de las ciudades, pues su defensa no incumbía ni al Estado ni a la Corona, sino a las autoridades municipales.