Los de Estocolmo podrían considerarse como los primeros Juegos tal y como los conocemos en la actualidad. Estocolmo’12 fue pionero en muchas cosas. Por primera vez, los Juegos se disputaron en un tiempo preestablecido, del 6 al 15 de julio. Además, los componentes del podio de cada prueba recogieron sus premios al tiempo que se izaban las correspondientes banderas nacionales en el estadio.
Los Juegos de Estocolmo’12 también pasaron a la historia por ser los primeros en los que hubo un superávit económico, si se descuenta la contrucción de instalaciones, entre otras cosas gracias a la perfecta organización. El balance positivo fue de 46.767 coronas suecas y es que a falta de televisión la filatelia y la numismática aportaron su grano de arena a ese hito en el movimiento olímpico.
Estos Juegos constituyeron un punto de partida para el atletismo moderno. Se establecieron una bases técnicas, un código escrito y riguroso, que sirvió para clasificar y juzgar a los atletas. Se utilizó por primera vez la ‘foto-finish’ para clarificar las llegadas más apretadas. De hecho, el estadio de Djurgarden, el primero que se construía expresamente para unos Juegos, seguía funcionando a plena satisfacción de los atletas ochenta años después de la cita olímpica en Estocolmo.
La competición pura también constituyó un notable éxito. Se batieron múltitud de marcas, algunas de las cuales perdudaron durante muchos años, y comenzó a forjarse en estos Juegos la figura del mito deportivo. Pero también cabe lamentar la primera muerte en plena competición. El portugués Lázaro no resistió la dureza del maratón y perdió la vida tras sufrir un colapso. Pese a las reticencias de Coubertin, muy conservador en la apertura de los Juegos a las mujeres, cabe destacar la presencia de 57 féminas. Especialmente para ellas se crearon varias pruebas de natación.
Entre los atletas que dejaron una huella más profunda cabe destacar a Jim Thorpe. Este indio, conocido en su tribu con el nombre de Sendero Luminoso, era un mocetón de 1,83 metros y 80 quilos de peso que arrasó en decathlon y penthalon. Fue el primer gran atleta de la historia, pero uno año después de los Juegos tuvo que devolver sus dos medallas de oro por haber cobrado unas dietas antes de la cita olímpica como jugador de béisbol. Tamaña afrenta la reparó años después, en la década de los ochenta, Juan Antonio Samarach entregando de nuevo esas medallas a sus descendientes.