George Psalmanazar, nativo de la lejana isla de Formosa. La historia le reconoce como uno de los más grandes impostores de su época.
Corría el año de 1703 cuando este hombre piso las tierras de Londres, presentado ante el obispo una carta de presentación escrita por el Reverendo William Innes, que estaba en un regimiento militar escocés con sede en Holanda. La carta explicaba la increíble historia de como los jesuitas habían secuestrado al joven de su isla natal para llevárselo a Francia. A pesar de las amenazas de tortura, el joven se había resistido valientemente a la conversión al catolicismo y había logrado escapar a Holanda, donde conoció al capellán cuyo celo y dedicación logró convertirlo a la iglesia protestante.
Y como todo un estuche de monerías, Psalmanazar hablaba latín y otros varios idiomas. Hasta regaló el Catecismo de la Iglesia Anglicana traducido al “formosiano” al obispo de Londres. Clérigos y científicos competían entre si para llevarse a cenar al extraño joven, simplemente para escucharlo.
Los días pasaban e iba ganándose la confianza de todos aquellos que escuchaban sus fantásticas historias. Y cuando alguien las tachaba de imposibles, él siempre tenía una defensa. Por ejemplo, contó que durante un festival religioso de 9 días de duración, se sacrificaba a 2.000 jóvenes al día sacándoles el corazón y quemándolos en un altar y cuando alguien le apuntó que con un ritmo de sacrificios tan alto, la isla de Formosa pronto quedaría despoblada, Psalmanazar explicó que sus compatriotas eran polígamos y que los primogénitos estaban exentos del sacrificio.
Entre sus demás cuentos el explicó que la esperanza de vida en la isla era de 120 años. Su propio abuelo había vivido 117 permaneciendo tan vigoroso como un jóven, gracias a la costumbre local de chupar la sangre tibia de una víbora cada mañana. Y que decir de sus abundantes reservas de metales preciosos, no solo los templos se decoraban con oro y plata, sino también los tejados y paredes de cada casa… en cada poblado de la isla.
Tanto fue el impacto que provocó Psalmanazar en sus contemporáneos que se recopilo una importante suma de dinero para enviarlo durante seis meses a la Universidad de Oxford. Donde le pidieron que diera charlas a los estudiantes y les enseñara los rudimentos de la lengua Formosiana, con la esperanza de convertirlos en buenos misioneros cristianos y enviarlos a la lejana Formosa.
Además, animaron a Psalmanazar a escribir un libro en el que relatase las costumbres de su exótico país. Publicado en 1704 con el título: “Una descripción histórica y geográfica de Formosa, territorio sujeto al Emperador del Japón”, el libro contenía descripciones maravillosas de los nativos de Formosa, sus vestimentas, su arquitectura y sus ceremonias religiosas. El libro incluía también el alfabeto formosiano, y una traducción del Credo, el Padre Nuestro y los Diez Mandamientos. Casi inmediatamente el libro se convirtió en lo que hoy llamaríamos un best-seller, y fue publicado de nuevo al año siguiente.
Pero aquí el desengaño, Formosa era una provincia de China, no de Japón. Las criticas no se hicieron esperar pero Psalmanzar contestó con una segunda edición, sin embargo ya era demasiado tarde, Psalmanazar era un fraude, y le desdeñaron y ridiculizaron con saña.
Tras una seria enfermedad en 1728, se desdijo por completo de su vida pasada y escribió un libro de memorias que aparecería publicado tras su muerte, en el que se decidió a contar la verdad. Murió en 1763, a la edad de casi 84 años, llevándose a la tumba su más grande secreto: su verdadero nombre.
Los habitantes del siglo XVIII no tenían acceso a tantas fuentes de información como hoy, por lo que Psalmanzar pudo engañarlos, pero vaya equivocación y así de fácil se le cayó el teatrito, ¿no crees?
¡Otro astuto artista del engaño!
Con información de Revista Muy interesante