Algunos no nacieron precisamente como necesidad dentro del conflicto bélico pero si tomaron realce durante ese tiempo, tal es el caso de…
El reloj de pulsera
La reina Isabel I fue de las primeras en poseer un reloj adherido a su brazo pero fue hasta el tiempo de guerra que se hizo tan común, se utilizaban para sincronizar la hora de los bombardeos. Así, los fabricantes desarrollaron relojes que dejaran las manos libres a las tropas en el candor de la batalla.
BBC registra que la empresa que hacía los relojes en Inglaterra anotó en su informe anual que uno de cada cuatro soldados utilizaban reloj de pulsera y los otros tres querían tenerlo lo antes posible.
Salchichas vegetarianas…o “salchichas de la paz”
Konrad Adenauer, el primer canciller de la República Federal Alemana, fue el creador. Su idea surgió cuando Adenauer era alcalde de Colonia y un bloqueo británico se impuso sobre Alemania, para entonces el hambre comenzó. Adenauer investigó maneras de sustituir los productos que faltaban, como carne.
Comenzó utilizando una mezcla de harina de arroz, cebada y harina de maíz para hacer pan y así sustituir al trigo. Con el pan en la mano faltaba la salchicha y la mejor opción fue la soya.
Tristemente cuando quizó obtener la patente, en su país, le fue denegada porque como no tenia carne no podía llamarse salchicha. Tuvo que ir con el enemigo pues, fue el rey Jorge V quien le dio la patente de la salchicha de soja el 26 de junio de 1918.
Cremalleras
Gideon Sundback, un sueco que emigró a Estados Unidos, el que diseño la cremallera. Luego se convirtió en el diseñador jefe de la compañía Universal Fastener Company y concibió el “cierre sin anclaje”. Su diseño fue incorporado a los uniformes y botas del ejército de EE.UU. Después de la guerra empezó a usarse para la moda entre los civiles.
Acero inoxidable
El ejército británico estaba intentando encontrar un metal mejor para sus armas. El problema era que los cañones de esas armas se deformaban después de varios disparos por la fricción y el calor de las balas. Así que el matalúrgico Harry Bearley, de Sheffield, Inglaterra se puso a trabajar en el caso.
Según la leyenda, su hazaña se logró a partir del fracaso, después de desechar algunos de sus experimentos fallidos, los echó al montón de la chatarra. Pero al transcurrir los días notó que no se habían oxidado.
Y de la chatarra paso a ser utilizado en algunos de los nuevos motores aéreos. Luego se generalizó en el uso de cubertería y material quirúrgico de muchos hospitales.
Comunicación con los pilotos
Al comenzar la Gran Guerra los ejércitos aún necesitaban de cables para hablar entre sí, pero estos eran a menudo cortados por la artillería o los tanques. Aunque los corredores, banderas y palomas mensajeras fueron utilizados no eran tan eficientes. Para entonces la radio estaba ya en funcionamiento pero tenía que ser desarrollada y esto sucedió durante la Primera Guerra Mundial.
Primero se intento con teléfonos pero el ruido los convirtió en una mala opción. La solución fue un casco al que se le instalaron auriculares y un micrófono, este bloqueaba la mayoría del ruido.
¿Qué tal esto?