Estan dos personas dormidas en la noche cuando de repente un ruido procedente de la calle despierta a una de ellas, mientras que la otra sigue plácidamente dormida, ¿con quién de las dos te identificas? ¿Con la que se despierta con el más mínimo ruido o con la segunda que puede dormir con ruidos exteriores?
Una investigación acaba de dar con la clave de este fenómeno, que puede ser útil para desarrollar dispositivos y fármacos que ayuden a conciliar el sueño a las personas incapaces de pegar ojo.
La respuesta hay que buscarla en los llamados ejes o husos del sueño (en inglés denominado ‘spindles’), un tipo de onda cerebral que se produce en la fase 2 (la que sirve de transición entre el sueño ligero y el más profundo). Según el estudio los individuos que generan más husos del sueño son capaces de tolerar mejor el ruido y se ven menos afectados por estas alteraciones mientras duermen.
Su experimento lo llevaron a cabo con 12 individuos sanos con una media de 26 años. Durante tres noches seguidas evaluaron sus ondas cerebrales mientras dormían. La primera noche lo hicieron en un silencio total, mientras que en las otras dos los investigadores les ‘molestaron’ con distintos tipos de ruidos: desde el sonido de un teléfono, el alboroto de varias personas hablando o el tráfico de una carretera.
Los participantes que más husos del sueño mostraron en la noche tranquila, eran los mismos que siguieron durmiendo plácidamente a pesar de los ruidos en las noches posteriores.
Como explican los investigadores, la mayor parte de la información sensorial que recibe nuestro cerebro (incluidos los sonidos) pasa por una estructura denominada tálamo en su camino hacia la corteza cerebral, donde realmente es percibida. La comunicación entre ambas estructuras continúa mientras dormimos, y puede evaluarse desde el exterior mediante la electroencefalografía que mide los ritmos de las ondas electromagnéticas.
Durante las fases 2 y 3 de sueño, el ritmo pausado y lento del sueño se ve interrumpido cíclicamente por un grupo de ondas más aceleradas, denominadas husos. El trabajo dirigido por Jeffrey Ellenbogen trataba de demostrar, como se sospechaba hasta ahora, que estas ondas tienen como función frenar el paso de cierta información sensorial hasta la corteza; actuando a modo de filtro.
“Más husos supone un sueño más estable“, explica el autor principal. Y según confirmó su experimento, el patrón de sueño de cada individuo es muy estable a lo largo de las noches, por lo que no es extraño que algunas personas puedan dormir plácidamente cada noche independientemente de las alteraciones externas. A partir de ahora, reconoce, tendrán que buscar la manera de generar más husos (bien mediante técnicas o fármacos) para lograr generar más husos de sueño en las personas con un sueño más ligero.
Con información de Elmundo.es