Durante el siglo XVI, los piratas usaban aretes como una marca de sus viajes. ¿Lo sabías? También se usaban por motivos supersticiosos.
Los pendientes o aretes se entregaban a jóvenes marineros para conmemorar su primer cruce del ecuador, o cuando rodearon las traicioneras aguas del Cabo de Hornos, el extremo sur de Sudamérica. Vientos huracanados, lluvias y nieve durante casi todo el año, convertían a aquel extremo cabo en un lugar impracticable, incluso para los más experimentados navegantes.
Los naufragios estaban a la orden del día. Por ello, los aretes se convertían en tipo de premio para quienes lograban cruzar con vida aquel infierno.
El famoso explorador inglés Sir Francis Drake (1543-1596) fue, en 1578, el primero en colocarse un aro de oro en su oreja tras cruzar el peligroso Cabo de Hornos.
Algunos piratas estaban convencidos de que usar un pendiente mejoraría o incluso curaría la mala vista, ya que creían que los metales preciosos en un pendiente poseían poderes mágicos de curación.
Otra historia fue que las orejas perforadas evitarían el mareo. Otros creían que un pendiente de oro servía como talismán protector y que alguien que llevara un pendiente no se ahogaría.
Sin embargo, el uso de pendientes de aro sirvió propósito beneficioso. “Los piratas, especialmente los que disparaban los cañones de los buques durante el combate, hacían rollos de cera y los colgaban en sus aretes, de esta manera protegían sus oídos a la hora de los estallidos, escribe Doug Lennox.
Claro está, el uso de aretes no protegía a los piratas de ahogamientos, mareos o mala visión, pero al menos los protegía contra la pérdida auditiva.
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Vía: livescience