Para muchos son hombres valientes que dedican su vida a salvar a otros bajo situaciones extremas, poniendo, incluso, su propia existencia en peligro.
Sin embargo, esta profesión empezó en Roma hace más de 2.000 años, el primer bombero fue Marco Licinio Craso, un ávido hombre de negocios y senador romano. Aunque sus motivos no eran nada nobles.
Marco Licinio obligaba a los propietarios del edificio en llamas a venderle su negocio antes de apagar el fuego. Claro que las condiciones las ponía él y debemos agregar no eran nada justas.
Y si alguien no accedía a su petición simplemente dejaba que el fuego hiciera lo suyo.
Aunque no era de sorprender pues amaso su fortuna a costa de especulaciones y extorsionando; como Muy Interesante registra, sus negocios incluían desde casas de prostitución a estas brigadas de bomberos.
No es de extrañar que su capital pasara de de 300 a 7.100 talentos en un tiempo récord. Pero él quería más, así que con ayuda de su fortuna logró llegar a ser senador.
Al tiempo murió en manos de los partos en una conversación de paz tras la derrota de Carras, en Mesopotamia. Y su muerte fue algo peculiar, según se dice fue obligado a beber una copa llena de oro fundido, mientras pronunciaba la frase: “Sáciate de este metal del que estás tan ávido”.
¿Qué tal esto?