La razón por la cual lo hacen es muy interesante. Los monos, por ejemplo, a veces bostezan para transmitir un mensaje. Cuando abren las fauces y muestran su feroz dentadura, lanzan una advertencia a un macho rival o un posible depredador. El mensaje es: ‘¡Tengo una terrible mordida. No te acerques!’.
También se ha observado que a menudo los felinos predadores que habitan las llanuras africanas acostumbran a desperezarse y a bostezar antes de la caza. Como en el caso de los humanos, el bostezo de los felinos cumple una función fisiológica: introducir más aire en los pulmones. Así, la sangre dispone de más oxígeno, y el corazón lo envía rápidamente a otras partes del cuerpo, lo que proporciona energía instantánea para carreras cortas de gran velocidad.
Se ha visto bostezar incluso a los peces. El libro Inside the Animal World (Dentro del mundo animal) explica que algunos peces en ocasiones “bostezan antes de moverse velozmente. […] Un pez también puede bostezar cuando está excitado, cuando ve a un enemigo o ve alimento, es decir, siempre que necesite actuar rápidamente”.
Sin duda, el bostezo más impresionante es el del hipopótamo o Behemot. Esta criatura corpulenta puede abrir su boca descomunal de par en par en un ángulo increíble de 150 grados. El bostezo permite que un viejo hipopótamo le demuestre a cualquiera de la manada quién es el jefe, a la vez que constituye una advertencia dentuda para cualquier intruso que se atreva a invadir su dominio fluvial.
Por ello, aunque no lo asociemos con la espectacularidad del rugido del león, el bostezo —soñoliento, amenazante o reparador— cumple una finalidad provechosa. Una vez más, nos demuestra la asombrosa creatividad del Diseñador del reino animal.