En Camboya no hay mejor tentempié que comerse una buena tarántula, es por excelencia, el manjar más apreciado entre todo el abanico de insectos e invertebrados de que disfrutan los camboyanos.
Los comerciantes venden las tarántulas, fritas con ajo y hierbas, amontonadas en bandejas de madera. De hecho el pueblo de Skuon, se encuentra estratégicamente, pues las carreteras que llevan a los templos milenarios de Angkor, Laos y Phnom Penh, pasan por ahí, así que muchos viajeros se detienen a comer tan exóticos insectos.
Cada puesto suele tener un pequeño cubo con tarántulas vivas, para quienes prefieran llevárselas a casa para prepararlas allá, aunque por lo general la manera más popular es freírlas y ponerlas en la mesa recién salidas de la sartén, de forma que en el momento de comerlas estén al máximo de crujientes, explican los camboyanos.
Lo que distingue a las tarántulas de cucarachas, gusanos o saltamontes, más que el sabor o su textura, es su precio. Normalmente se paga unos 2.000 riel (medio dólar) por una de estas peludas arañas, frita o viva, cuatro veces más que la langosta, de tamaño similar.
La razón del precio, según explican, es por que es difícil encontrarlas y además es peligroso por que tienen veneno y pueden morder.
El negocio les reporta cada mes hasta 250 dólares, una cantidad nada despreciable en la empobrecida Camboya, donde la mayoría de la población sobrevive con un dólar diario y un obrero de la industria textil cobra 90 dólares mensuales.
¿Se te antojó?
Fuente: EFE, flickr.com